El cura que combatió el comunismo

El película biográfica polaca ‘Popieluszko: La libertad está en nosotros’ es uno de los más emocionantes dramas humanos sobre la vida y muerte de un hombre bueno. Cuenta la historia real del sacerdote Jerzy Popieluszko, un vitalista y pacífico defensor del sindicato Solidaridad desde principios de los ochenta, que fue perseguido, acosado y asesinado por el régimen comunista de Wojciech Jaruzelski.

La cinta se sitúa entre estos dos momentos, 1981 y 1984, cuando Popieluszko acaba metido en los intensos acontecimientos que perseguían el fin de un mundo a cuyo derrocamiento él contribuyó. Y no con mensajes revolucionarios, sino asiendo la paz y el amor como únicas banderas. El padre Jerzy concibe el devenir de la intensa vida polaca primero con humildad y, después, con un profundo sentido del deber, con una intensa vocación pastoral, inasequible al desaliento.

La cinta se centra tanto en la evolución personal del sacerdote ante los acontecimientos sociales que convulsionaron Polonia como en estos mismos, que desestabilizaron a un país y gracias a los cuales el comunismo empezó a apagarse. Y lo hace sin grandes pretensiones, con esa mirada introspectiva que define al cine europeo más intimista. Sin parafernalias, sin buscar escenas enfáticas ni el lucimiento del protagonista, queriendo que sea el padre Jerzy, en toda su sencillez, el que brille con luz propia.

La película, una de las más ambiciosas que ha dado el cine polaco en los últimos años, es la primera que ha llevado al cine la vida del que es considerado en Polonia como un héroe nacional. Para ello, un rodaje en exteriores en 14 ciudades, 7,000 extras (muchos de los cuales acudieron realmente a las misas de Popieluszko) y la intensa interpretación de Adam Woronowicz hacen que la cinta alcance un interesante equilibrio entre el realismo y la espiritualidad

En este sentido, cobran un especial significado las secuencias en las que el padre Jerzy atiende espiritualmente a los miembros de Solidaridad o celebra con ellos la misa. Pero, sobre todo, la imagen que queda en la retina de un hombre que, pudiendo huir de su vida, decidió afrontarla desde la fe sin sentirse ni vivir como un héroe, sino como un polaco más que aborrecía el comunismo y que, como el mismo Juan Pablo II, sólo pretendió combatirlo desde la paz.