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Segunda carta abierta al Gobernador de Puerto Rico

Señor Gobernador:

Esta es la segunda carta abierta que le escribo sobre el tema de la cultura.

Y lo seguiré haciendo hasta que usted tenga la amabilidad de contestarme alguna, con la amabilidad que le conozco.

Iré al punto: En cuanto a la cultura de la Patria, usted como Gobernador, ha cometido tres terribles faltas. Usted ha sido extremadamente injusto, usted ha sido displicente y usted ha violado la LEY.

Empecemos por la última:

En primer lugar: Usted ha violado la Ley de Ternas para la selección de los miembros de la Junta de Directores del Instituto de Cultura. La Sección 2 de Ley Orgánica del ICPR lo faculta a usted a nombrar solo 3, de los 9 miembros de dicha Junta y para los restantes seis espacios, lo obliga a usted a consultar al Ateneo Puertorriqueño, a la Academia de la Lengua, a la Academia de la Historia y a la Academia de Artes y Ciencias, para que éstas a su vez le envíen tres posibles candidatos, que a juicio de estas reputadas instituciones, puedan ocupar los cargos de la Junta de Directores del ICPR.

Usted, de manera autocrática –destempladamente dictatorial- dijo ante la prensa que el Padre católico Ángel Darío Carrero sería el Presidente de la Junta y nombró, sin consultar a la comunidad cultural, a los restantes miembros.

La Sección 3 de dicha Ley dice claramente que el Director Ejecutivo será nombrado por la JUNTA, no por usted. Y usted, frente a la prensa y con gran fanfarria, nombró, de manera autocrática también a la Dra. Liliana Ramos Collado, sin que la nueva Junta se hubiese reunido siquiera a considerar otros candidatos.

¿Cuánto nos conviene que las Juntas de las Secretarías sigan siendo los sellos de goma del Gobierno? ¿Que otros gobernadores antes de usted lo hicieron así?

Bueno, si esa es su excusa me quedo sin palabras, así que pasemos a la otra violación de Ley.

Usted a nombrado a un sacerdote católico a ser presidente de esa Junta. Probablemente a usted esto “le vale”, pero a mucha de la comunidad cultural que habrá de representar este señor, nos importa y mucho.

Bastantes intromisiones impertinentes de la Iglesia hemos tenido en los últimos años con los asuntos de política pública del gobierno ante la comunidad LGBTT, para que ahora la religión intervenga también en la cultura.

No nos escapa la realidad de que este sacerdote es además el confesor espiritual de su familia y de muchas familias prominentes de San Juan, que es también miembro de la Junta de Directores de El Nuevo Día, y que tiene el amplio poder de influenciar desde su trono eclesiástico, mucha de la legislación y la conducta del Gobierno. Tal vez por esa razón ya en los círculos de la cultura se le llama, en irrespetuosa chacota, “Rasputín”.

Si no le aplicase, por displicencia suya la necesaria separación de Iglesia y Estado, le preguntamos si usted o sus asesores le preguntaron al sacerdote si la Iglesia lo ha autorizado a él a aceptar tales cargos que conllevan obligaciones fiscales, contractuales, y de poder sobre bienes del Estado, que están abiertamente en contra de las estipulaciones de su Código Canónico, (Léase el Canon 285). Si este señor tiene dispensa de su Iglesia para hacer estas tareas, esa dispensa debería ser cuestionada y analizada en su carácter moral.

Otra implícita violación de Ley queda manifiesta cuando a través de personal mismo de la Fortaleza se cuela la información de que cierto asesor cultural suyo se ha manifestado en varias ocasiones en contra de la herencia cultural de Ricardo Alegría. Esas manifestaciones, que no pueden ser personales, fueron dichas en carácter de asesor suyo. Expresiones sobre la manifestaciones de nuestra cultura como “cultura lelolai” o sobre la visión “anquilosada y vieja” del “viejo Alegría”, y de que llegó la hora de dejar “el pasado ese” atrás, violan de manera flagrante la Sección 4. Artículo 2 que señala claramente que el Gobierno, a través del ICPR “estimulará y auspiciará el estudio y conocimiento de la vida y obra de los puertorriqueños ilustres del pasado”.

Las restantes violaciones a la Ley las iremos discutiendo poco a poco en cartas sucesivas.

Usted ha sido injusto y displicente. A usted no le ha importado un comino la cultura.

Injusto y displicente porque antes de las elecciones usted tuvo la maravillosa oportunidad de hablar con DOS grupos de personas muy reputadas en los campos culturales. Yo, aparte de reunirme con usted en varias ocasiones para suplementar su idea de revivir la División de Educación a la Comunidad, integré uno de ellos y nos reunimos varias veces. Usted “escuchó” (o al menos eso parecía hacer), la voz urgente de muchos representantes de los sectores culturales que habían sido perseguidos por la dictadura de Fortuño. Usted nos pidió que le diéramos el trasfondo de esa realidad y que le diéramos ideas. Esas ideas usted se las apropió y las dijo como suyas en un foro con los candidatos a la gobernación en el Ateneo del que yo fui moderador.

La principal de esas ideas es que la comunidad cultural quería una política cultural gubernamental INCLUSIVA Y PARTICIPATIVA. Que hubiera espacio REAL para todos los sectores que de manera gratuita y sin más ambición que la de servir a la Patria, queríamos hacerlo sin la persecución de gobiernos anteriores.

Usted dijo que sí a todo. Y como era obvio que usted ganaría la gobernación, muchos de nosotros pensamos, “bueno, pues vamos a darle la oportunidad de demostrar todo eso de lo que se jacta”.

¿Y qué demostró usted?

En primer lugar usted delegó en su hermano, el Lcdo. Antonio García Padilla, las importantes decisiones de los nombramientos culturales. Y será su hermano… pero tiene compromisos de amistad con la gente que le apoyó en sus tiempos de Presidente de la UPR. Y él no iba a romper esos compromisos por ser “inclusivo y participativo”. Muchos miembros de la comunidad cultural padecieron la famosa frase que decía: “si quieres un puesto en la cultura, tienes que janguear con Tony”.

Pero usted estaba demasiado atribulado con la economía del país y delegó en él, porque a usted no le importó la cultura.

Usted nos usó. Y para añadir insulto a la ofensa, permitió y avaló el nombramiento de personas totalmente ajenas al consenso de la comunidad cultural, empezando por ignorar la ley del mismo ICPR en una “jauja” igual o peor que las que hizo el dictador Fortuño.

Durante su campaña usted prometió puestos a personas reputadísimas de nuestros quehacer cultural –que eran muy queridos y apoyados- y luego en su propia cara les dió la puñalada para complacer los nombramientos de su hermano. Eso es injusto, es displicente, y peor aún, es irrespetuoso.

Y más irrepestuoso es que ahora, esa gente que fue nombrada por su hermano y que usted avaló, gente que goza del desprecio de la gran mayoría de la comunidad cultural, está dando bastonazos sobre las mesas, exigiendo salarios ostentosos, perdiendo el tiempo en consultas “uno a uno” donde solo acuden tres o cuatro a filosofar de lo que debe ser la cultura, mientras la estructura de toda la política cultural del estado se cae en pedazos.

Y añádale a esto la “jauja” de algunos legisladores, quienes utilizando su poder, comienzan a redactar proyectos de ley otorgando cantidades exhorbitantes de dinero a los proyectos de los “amigos” de la farándula cultural, como el ya consabido Festival de la Palabra, quien ha gozado de casi millón y medio de dólares en su cortísima vida, mientras la Casa Aboy, primer centro cultural de autogestión de la capital, no tiene dinero para pagar su cuenta de agua y de luz o el mísero salario de sus dos empleados.

Aquí los medios corporativos hacen ola con la crisis económica, pero en la legislatura ataca un sunami de proyectos culturales que prodigan dinero a manos llenas para los acólitos del partido suyo. Igualito que antes.

¿Y la justicia cultural y social que debe inspirar la obra de Don Ricardo Alegría, de Francisco Arriví, de Enrique Laguerre, de Edwin Reyes, de Nilita Vientós Gastón, de Luis Nieves Falcón? ¿Es que tenemos que seguir sacando a los muertos de sus tumbas para que brille un poco de respeto entre tanta estulticia de su gobierno?

¿Dónde están las ayudas prometidas a aquellas instituciones que defendieron –a costa de su vida- nuestra nacionalidad y nuestra identidad, de los ataques de la dictadura de Fortuño? Enumerarlas haría esta carta imposible de leer… pero yo creo que usted sabe perfectamente a cuáles instituciones yo me refiero.

Y usted pensará que yo estoy llorando porque no participo del “bizcocho” cultural. ¿Recuerda que le dije en aquel café: “Yo soy socialista, yo no quiero nada tuyo ni de tu gobierno, yo solo quiero que la justicia cultural se haga”. ¿Lo recuerda? Yo sí. Y también recuerdo su extrañada mirada.

Sepa que yo soy solo un insignificante empleado del Ateneo Puertorriqueño, relegado a uno de sus rincones como animal extinto, porque soy el único historiador del teatro que tiene el país.

Pero desde allí, con mi sola voz –incluso cuestionada por el mismo Ateneo-, me levanto a decirle estas cosas con la poca o ninguna esperanza que me queda de que las cosas cambien. Porque yo creo que usted no cumplirá sus promesas.

Cuando usted saque de sus puestos culturales a estas gentes que su hermano nombró de forma tan destemplada, y usted tome la riendas culturales de este gobierno con la poca conciencia que estas voces le podamos despertar, tal vez entonces yo deje de escribirle estas cartas públicas. Estas cartas, que más que para usted, son para la Historia.

Atentamente,

Roberto Ramos-Perea
Dramaturgo Puertorriqueño.

Roberto Ramos Perea es un reconocido dramaturgo puertorriqueño. Preside el Instituto Tapia y es Secretario del Ateneo Puertorriqueño, donde dirige el Archivo Nacional de Teatro y Cine, funge como Editor General de la Editorial LEA y como Rector del Conservatorio de Arte Dramático.

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