Así como en el mundo, la realidad demográfica en Puerto Rico está cambiando. El país está envejeciéndose. Mientras eso sucede, se reducen los beneficios de retiro y aumenta la edad para comenzar a disfrutar de la jubilación.
Estando Puerto Rico tan endeudado (el monto de $70,000 millones de su deuda prácticamente iguala su Producto Nacional Bruto), su Gobierno se ha hecho impotente para atajar los déficit actuariales de sus sistemas de retiro ante la cada vez más prolongada longevidad de los jubilados. La salida fácil es la de reducir los beneficios de los sistemas de retiro. El empobrecimiento de este sector poblacional es, entonces, un hecho que se convierte en un problema social y económico. Como el país se envejece y se reduce la tasa de natalidad, hay menos personas trabajando y, por lo tanto, en actividad productiva para mantener a las personas de la tercera edad y poner al país a producir.
El problema se amplía y agudiza, porque la empresa privada está eliminando los planes de pensión tradicionales que garantizaban a los empleados un pago mensual al retirarse. Estos jubilados de hoy vivieron en el período de las vacas gordas y la abundancia y gastaron sus ingresos a manos sueltas y no ahorraron para la vejez. Ahora ha llegado el momento de las vacas flacas y la situación es sumamente detrimente para ellos.
El reto mundial y para Puerto Rico en el Siglo 21 es enfrentar con creatividad y justicia un cambio demográfico con una población de cada vez mayor edad. No ha habido para ello la previsión y planificación adecuada, a pesar de las advertencias que se vinieron y se han venido haciendo por los demógrafos y planificadores.
Bajo el sistema de retiro tradicional, el hombre promedio en Puerto Rico vive unos 16 años después de jubilarse. En el caso de las mujeres, pudiera ser entre 19 o 21 años más. Para el magisterio, cuya edad de retiro era hasta la reciente reforma a los 50 años de edad, el lapso de vida promedio después del retiro pudiera ser hasta de 29 años.
Ante la actual expectativa de vida, una de las opciones de menor esfuerzo creativo que se contempla es prolongar la edad de retiro hasta después de los 66 o 67 años de edad y poder controlar, así, el costo de las pensiones.
Estudios hechos en Estados Unidos, a cuya economía Puerto Rico está incertada, inidican que los ingresos y aumentos de sueldo se reducirán promediadamente en un 4% anual. Esto plantea el problema de que el ahorro de la clase trabajadora y sus aportaciones a los planes de retiro serán mucho menor para afrontar los años de jubilación y la vejez, cuando en la mayoría de los casos sus gastos en medicamentos y atención médica aumentan significativamente.
Es cada vez mayor el reclamo de que el Gobierno de Puerto Rico no siga improvisando y establezca una verdadera planificación para enfrentar un futuro con una situación demográfica de una población cada vez más envejecida y una fuerza laboral joven que emigra a Estados Unidos en cantidades cada vez mayores.
En tanto se reduce el número de habitantes de Puerto Rico, crece geométricamente una población con una cada vez mayor edad que va dejando de ser productiva económicamente.
Este es el reto que enfrenta Puerto Rico. Un reto que requiere imaginación y creatividad.
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